Reseña de la obra de José Manuel Fraile Gil “Música y tradición oral en el rincón de la sierra (Madrid)”

Vol. III Rimas, rezos y remedios sobre lo que fuimos y seremos

Tan cierto es el proverbio ruso que reza añorar el pasado es correr tras el viento, como la frase del dramaturgo británico Bulwer-Lytton mientras haya libros no existe el pasado.

Efectivamente el pasado se aleja y se pierde, aunque en el empeño de luchar contra su olvido vierte denodadamente sus esfuerzos el historiador Fraile Gil.[1] Su obra sigue recuperando la memoria, la tradición cultural y la música del rincón noreste de la provincia de Madrid, conformado por tres vértices: al sur, Buitrago del Lozoya; al norte, Somosierra; y, al este, Puebla de la Sierra, que engloban una quincena de pueblos como Horcajuelo de la Sierra, La Hiruela, La Puebla de la Sierra, Montejo de la Sierra o Prádena del Rincón.

Sus libros rescatan vivencias, testimonios, textos y formas de entender la vida que nos muestran lo que fuimos (no hace tanto), pero que se extinguen ante el peso de un irrefrenable futuro en constante renovación tecnológica. El lector presente recibe su ensayo como una serie de fotografías antiguas de los rincones más vetustos de España, donde la juventud de entonces se revestía con el pensamiento de los mayores, que recordaban que las cosas siempre habían sido como habían sido. Fraile Gil sabe que supone un choque frontal con la contemporaneidad que nos rodea forjada en el aquí y el ahora, pero consigue generar un diálogo reflexivo entre lo que fuimos y seremos, cristalizando puentes de entendimiento y bases sólidas para entender lo que somos, pues todo peldaño anterior justifica y explica al venidero.

Rimas, rezos y remedios

El libro reseñado posee un documentado comentario sobre la conformación del ensayo recopilatorio, la importancia de su temática y las prioridades tenidas en cuenta para la ordenación del contenido. Fundamentalmente el volumen habla de, en palabras del autor, las fórmulas, casi siempre breves, que sirvieron para hacer frente a la naturaleza, para afrontar el miedo al más allá y para remediar la salud de hombres y animales cuando flaqueaban.[2] Así, complementando anteriores volúmenes aparece ante los lectores una pléyade de rimas y rezos de carácter milagrero y curador que previene, sobrenaturalmente, o soluciona, cual bálsamo quijotesco de Fierabrás, cualquier tipo de mal. Cierra la obra varios índices que reseñan las fuentes orales, las localidades visitadas y los investigadores intervinientes.

Sorprende la ingente variedad temática que las páginas del libro atesoran. Tanta, que es imposible compilar un resumen completo que describa la globalidad del estudio. Para hacernos una idea de su complejidad valgan las divisiones internas del autor en las que encontramos los siguientes epígrafes: El hombre y el universo; El mundo de las plegarias; Para curar al hombre y a los animales.

Hemos elegido algunos ejemplos de cada bloque temático para ilustrar algo más el sentido de la obra. De esta forma en El hombre y el universo reseñamos invocaciones al Sol, a la Luna y a la lluvia o petición de protección ante la climatología:

Solito de Dios,

sal y caliéntanos para hoy y “pa” mañana

y “pa” toda la semana.[3]

***

Luna, lunera, cascabelera

debajo de la cama tienes la cena

con el perejil y la yerbabuena.[4]

***

¡Que llueva, que llueva,

la Virgen de la Cueva!

Los pajaritos cantan,

las nubes se levantan.

¡Que sí, que no!, que caiga un chaparrón

que rompa los cristales de la estación.[5]

***

Niebla terrera,

vete a tu tierra,

que aquí te llamamos

puta zorrera.[6]

En el apartado de El mundo de las plegarias se recogen multitud de rezos que solicitan favores o agradecimientos de una innumerable temática. Recopilamos una bendición a los alimentos, oraciones rezadas al acostarse u otras que solicitan protección divina.

A la mesa me arrodillo con humilde fervor.

con licencia de mis padres para echar la bendición.

La comida Dios la da, las gracias a Dios se den.

Para Dios glorificado por siempre jamás. Amén.[7]

***

Cuatro esquinitas tiene mi cama,

cuatro angelitos me la acompañan:

San Lucas y San Diego, San Juan y San Mateo

y la Virgen que está en medio.

Enemigo malo, márchate de aquí

y no tengas cuenta con nadie de los que “habemos” aquí.

La Cruz que baje del cielo y se eche sobre mí,

y el Señor que está con ella salga y responda por mí.[8]

***

Ángel de la Guarda, dulce compañía,

no me desampares ni de noche ni de día.

Si nos desamparas yo me perdería.

Ángel de la Guarda, ruega a Dios por mí.[9]

Por último, en el apartado Para curar al hombre y los animales se vislumbra con claridad conjuros para sanar, plegarias al cielo para evitar o curar males y remedios naturales, heredados de generaciones anteriores.

Sana, sana, culito de rana.

Si no cura hoy, curará mañana.[10]

***

Agua de mayo, créceme el pelo.

Si no me lo creces, me pongo el pañuelo.[11]

***

Mira, si te hacías una herida, “ande” fuera, normalmente en un brazo o en una mano porque te la hacías trabajando, pues el botiquín que tenían era echar mano de las telarañas que había, pues había muchas, tú verás, los pajares y las cuadras estaban llenos. Y cogían así un “puñao” y te lo plantaban en la herida, y decían que con eso se cortaba la sangre, y yo creo que sí, que era verdad. Ahora, luego, que si se infectara o no, eso no lo sé, pero lo hacían.[12]

El escudo divino de ayer y ahora

Todo este entramado de invocaciones no era sino una petición a la divinidad para que interfiriera positivamente en nuestro transitar vital. La racionalidad humana se veía desbordada por pensamientos míticos que generaban la idea de que fuerzas místicas naturales e indefinibles, podían protegernos o dañarnos. En ese sentido, se trataba de enarbolar un escudo divino conformado de oraciones, remedios y peticiones a un ser superior para que nos otorgara su gracia y favor, evitándonos toda calamidad.

A pesar de la distancia temporal y del desarrollo médico y tecnológico de nuestra sociedad, se da la paradoja de que muchos de sus componentes siguen invocando fuerzas que están más allá de nuestro control para pedir salud, suerte o soluciones a los asuntos que no se alcanzan con medios humanos. Quizá la sociedad de antaño, que irremediablemente se deshace en el tiempo, tenga más puntos en común de los que queramos reconocer, respecto a la presente. Quizá, ayer y hoy, la inocencia y el saber siguen caminando inseparablemente y cogidos de la mano.

[1] Esta es la temática capital de su obra en más de una veintena de libros editados entre los que podemos citar Romancero tradicional de la provincia de Madrid (1991), Conjuros y plegarias de tradición oral (2001), Cancionero tradicional de la provincia de Madrid (2003), Romancero tradicional de Cantabria (2009), Antología sonora del romancero tradicional panhispánico (2010), De conjuros y oraciones en la sierra madrileña (2013) o los volúmenes de Música y tradición oral en el Rincón de la Sierra (Madrid) volúmenes I, II y III (2015-2021).

[2] José Manuel Fraile Gil. Música y Tradición oral en el Rincón de la Sierra (Madrid) Vol. III. Lamiñarra. Madrid. Pág. 11.

[3] Ibidem, p. 41.

[4] Ibidem, p. 42.

[5] Ibidem, p. 46.

[6] Ibidem, p. 57.

[7] Ibidem, p. 126.

[8] Ibidem, p. 133.

[9] Ibidem, p. 142.

[10] Ibidem, p. 211.

[11] Ibidem, p. 215.

[12] Ibidem, pp. 233-234.

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